Sobre los diagnósticos de la salud mental
Si alguna vez te han diagnosticado un trastorno de salud mental, tal vez te hayas preguntado:
- "¿Tengo alguna enfermedad mental?"
- "¿Significa que estoy loca/loco?"
- "¿Lidiaré con esto toda la vida?"
Bueno, déjame decirte algo. No estás loco o loca. Esa es una palabra muy fea, pero antes era muy utilizada. Incluso palabras como imbécil o idiota tienen un origen relacionado con la salud mental, pues así se les decía a las personas que, por ejemplo, tenían alguna discapacidad intelectual o problema de aprendizaje. Hoy se consideran términos enteramente inapropiados, pero antes no era así. Décadas atrás (más de un siglo, en realidad), hubo una fuerte inclinación a entender lo que aquejaba a las personas respecto a su estado de ánimo o a lo que pasaba dentro de sus mentes. Los pioneros en salud mental, mismos que antes no tenían una denominación como tal) creían que había enfermedades de la mente, justo como hay enfermedades del cuerpo. Por ello y con el paso del tiempo, la ciencia de ese momento comenzaba a crear categorías en donde no las había. Intentaban nombrar lo que no tenía nombre; clasificar lo que no se entendía. Entonces, se comienzan a generar los primeros diagnósticos (neurosis, psicosis y otros más). Se atribuían a muchas variables que actualmente llegamos a descartar, pues los avances médicos actuales nos hacen entender las cosas con mayor claridad. Por ejemplo, antes se creía que el autismo, hoy conocido como trastornos de espectro autista (TAE), era por culpa de las madres. En nuestros días, entendemos que la etiología es algo mucho más complejo, pero hay que entender que las neurociencias estaban en pañales y no podían explicar gran cosa.
Volviendo al punto, los especialistas clasificaban diferentes enfermedades, dependiendo de los síntomas que se observaban y, si una persona cumplía con los criterios diagnósticos, entonces se podía hacer efectivo el diagnóstico correspondiente. Recordemos que fueron médicos los que incursionaron en este campo. Esto sigue vigente hasta la fecha y es lo más aceptado por la ciencia, misma que parte desde el método científico con bases positivistas. ¿Qué diantres significa lo anterior? Que se buscaba que los hechos sean comprobables, cuantificables y medibles. Esto imperó por mucho tiempo en el campo de la salud/enfermedad mental, hasta que llegaron movimientos que cuestionaban la existencia de la enfermedad mental. Y he de mencionar que sus argumentos son bastante sólidos. Pueden leer temas como antipsiquiatría o sobre las corrientes humanistas. Michel Foucault fue un intelectual que criticaba duramente el modelo de salud enfocado a enfermedades mentales y describe cómo se llegó a institucionalizar la existencia de hospitales psiquiátricos y la clasificación de los enfermos mentales (Historia de la locura en la época clásica, 1961). Incluso el término paciente implica la presencia de enfermedad. Hoy por hoy, se siguen utilizando manuales de salud mental que, como antes, clasifican los problemas psicoemocionales como trastornos. Este punto es muy controversial. Como se ha descrito antes, hay un choque de ideas que discute de manera acalorada lo que es o no es un problema de salud mental.
Yo te diré lo siguiente: no te etiquetes. Personalmente, detesto decirle a una persona algo como "usted cumple con los criterios para tener un diagnóstico de ansiedad generalizada". Pero debo hacerlo. Una vez hecho lo anterior, entonces le pido de favor a la persona (paciente, cliente o como se quiera llamar dependiendo el punto de vista) que no se perciba como trastornada o enferma. Al contrario. Sigue siendo una persona igual que lo era antes de recibir el diagnóstico, pero el malestar ha llegado a tal punto que se considera como un problema y, por ende, lo recomendado por las disciplinas que velan por la salud mental es llevar un tratamiento psicoterapéutico y también podría requerir de tratamiento psiquiátrico. Esto dependerá enteramente de los clínicos que atiendan a la persona. Clasificar no es malo en sí mismo. De hecho podría ayudar a entender en dónde está el problema y qué procedimientos llevar a cabo. Recordemos que cada enfoque de psicoterapia tiene sus propios métodos y hay algunos (como el mío) que se enfoca mucho en la efectividad de los mismos con estudios y artículos. IMPORTANTE: no hay un enfoque mejor que otro. Simplemente son diferentes y como las herramientas, cada uno es más efectivo en ciertos problemas que los otros.
Tener un diagnóstico no te hace una persona enferma. Te ayuda a entender por lo que estás atravesando, ponerle un nombre y también recibir el tratamiento para ello. Aunque haya argumentos muy sólidos sobre lo contraproducente que puede ser un diagnóstico en temas de salud mental, también es importante decir que cuando hay un diagnóstico, los especialistas sabemos qué técnicas usar, qué fármacos prescribir y también otras cosas que tienen como finalidad hacer que te sientas mejor.
Los diagnósticos suelen ser como la gripa: se terminan yendo. Pueden irse sin tratamiento, pero suele ser mejor y en muchos casos indispensable buscar ayuda. Sabemos cómo lidiar con dolor de cabeza o malestar estomacal, aunque es enteramente riesgoso automedicarse. Pero muchas veces no tenemos idea cómo poder aliviar una tristeza de las buenas o un ataque de ansiedad de clase mundial. Al entender lo que nos pasa, tenemos luz sobre nuestro problema y, por ende, ayuda a encontrarle un sentido.
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