Tú y yo: esponjas

 

Todos hemos lavado trastes, ¿verdad? Sabemos que las esponjas absorben y así somos las personas. Las personas aprendemos y nos llenamos como esponjas Lo anterior nos puede servir para comprender de dónde vienen nuestras creencias. Para ponerlo de una manera más comprensiva, podemos pensarlo de la siguiente manera:

Si tomamos una esponja y la colocamos en un recipiente con líquido rojo, lo terminará absorbiendo. Si exprimimos la esponja, ese líquido saldrá y hará espuma. Entre más exprimamos, más espuma saldrá y con ella, el líquido que se ha quedado en la esponja se irá acabando hasta secarse. Cuando esté suficientemente seca, podemos hacer lo mismo, pero con un líquido color verde. En consecuencia, la esponja lo absorberá.

¿Ves? Las personas no somos tan diferentes. Absorbemos aprendizajes que nos dan las otras personas, situaciones de vida, experiencias personales y demás. Aquí cabe señalar la importancia de la sociedad en la que estemos, de nuestra historia, cultura, familia, escuela y demás. Todo ese conjunto de factores (de lo macro a lo micro) van a influir en nuestra construcción social hasta el punto individual. Parte de lo que ocurre se va quedando en nuestra mente y cambia nuestra forma de ver las cosas, la forma en la que percibimos a la gente, la manera en la que solucionamos nuestros problemas, etcétera. Durante la infancia y adolescencia, aprendemos mucho de nuestras interacciones con otras personas. Una niña puede aprender a usar vestidos, ser femenina, llevar el cabello largo y jugar a las muñecas. Un adolescente puede aprender de su entorno a fumar, a desobedecer e incluso algunas palabrotas que pueden sorprender hasta al más grosero. Por supuesto, también aprendemos de adultos

Cierto es que nuestra familia (hermanos, madres, abuelas, tíos) pueden llenar nuestra esponja con las interacciones, enseñanzas, aprendizajes y muchas cosas positivas. Nos pueden enseñar sobre el respeto, la igualdad, el juego libre, modales y demás. Sin embargo, también pueden afectar de manera negativa, creando miedos, violencia, irritabilidad, explosiones y otras cosas.

En algún punto hemos de tener nuestro propio color. No es bueno tener el color de otra persona en su totalidad, pues nos limita y encasilla nuestra forma de ser. Debe llegar el momento en el que decidamos conservar algunos aprendizajes y desechar otros. Así exprimimos la esponja. Podemos reflexionar sobre la utilidad de nuestros aprendizajes, cuestionar lo que se nos ha impuesto como verdad y optar por encontrar el color que más nos guste. Ese color que pueda hacer de ti una persona feliz, respetuosa o como quieras ser. Es tu color. Es tu decisión.

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